28 abril 2006

La Dama de la Fuente.


Admiro vuestra belleza ahora en total adoración,
y canto sobre ella porque os anhelo.

Extraño vuestra presencia con tristeza
y os busco.

Fragmento de Los cuadernos de Malte Laurids Brigge (Rainer María Rilke).


No puedo dormir sin la ventana abierta. Los tranvías ruedan estrepitosamente a través de mi habitación. Los autos pasan por encima de mí. Suena una puerta. En algún sitio cae un vidrio chasqueando. Oigo la risa de los trozos grandes de cristal y la leve risilla de las esquirlas. Después, de pronto, un ruido sordo, ahogado, al otro lado, en el interior de la casa. Alguien sube la escalera. Se acerca, se acerca sin detenerse. Esta ahí, mucho tiempo ahí, pasa. Otra vez la calle. Una chica grita: "Ah! tais toi, je ne veux plus!" El tranvía eléctrico acude, todo agitado, pasa por encima, más allá de todo. Alguien llama. Hay gentes que corren, se agolpan. Un perro ladra. ¡Qué alivio! Un perro. Hacia la madrugada hay hasta un gallo que canta, y es una infinita delicia. Después, de pronto, me duermo. Hay los ruidos. Pero hay algo aún más terrible: el silencio. Creo que en los grandes incendios sobreviene a veces un momento de máxima tensión: los chorros de agua declinan; los bomberos no trepan ya; nadie se mueve. Silenciosamente, una negra cornisa se desprende desde arriba, y un alto muro, tras del que salen las llamas, se inclina sin ruido hacia adelante. Todo está inmóvil y espera, encogidos los hombros y juntas las cejas, el tremendo desplome. Así es aquí el silencio. Aprendo a ver. No sé por qué, todo penetra en mí más profundamente, y no permanece donde, hasta ahora, todo terminaba siempre. Tengo un interior que ignoraba. Así es desde ahora. No sé lo que pasa.

27 abril 2006

El amor (Pablo Neruda).


Pequeña
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y desnuda,
parece
que en una mano mía
cabes,
que así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra.

26 abril 2006

Ella, Poema Número 5 de "Poemas do si e non" (Álvaro Cunqueiro).


En medio de su pecho los veleros habían armado una red tímida
que tenía una voz llena de lámparas y eclipses
y un párpado tejido por los vientos.

Ella seguía siendo universal y nítida.

Una garganta llena de distancias
era la flauta que encantaba los ecos olvidados en el fondo de las
corrientes marinas,
pemutadas de cauces donde las islas negras de sus ojos.

Ella estaba lejos de todo. Todo estaba al lado suyo.

Las llaves y la fuente.


¡Qué honra ser el custodio de la llave de tu fuente!
¡Qué placer saciar mi sed en ella!.
¡Qué deleite beber hasta enjugarla entera, y abrirla de nuevo con mi llave para que renazca su brote!

Dame de beber de tu fuente, deja que mane hasta que nos inunde...

22 abril 2006

Tormenta (Giovanni Pascoli).


Un retumbar lejano...
El horizonte se enrojece,
como abrasado, del lado del mar;
negro de pez en la montaña,
jirones de nubes claras,
y, en esa negrura, una casa de campo:
un ala de gaviota.

21 abril 2006

Omnia (Isabel Rodríguez Baquero).


Todo el dolor y toda la alegría
caben en este amor que me levanta,
que me exalta y me abaja y me adelanta
hasta ti, y me hace nueva cada día.

Cuanto tú me pidieras te daría.
Limpia dicha de darte, clara y alta,
la fuente jubilosa que me salta
en las entrañas, honda vida mía.

Yo te ofrezco mi voz enmudecida
porque tú me lo pides; si quisieras,
si el dique del silencio se rompiera,

te asombrara mi voz de tan quebrada,
a tan largo silencio acostumbrada
y en tan largo silencio enronquecida.

20 abril 2006

Fragmento de "Del amor imperfecto" (Elsa López).


Cuando tu lengua escarba mi cuerpo lacerado
que fue tan sólo tuyo durante un tiempo espeso,
inmortal y perfecto.

Entonces tú terminas y yo comienzo a amarte.

Cuando he rugido cóncava debajo de tus piernas,
y has dejado un reguero de sal y hierbabuena
sobre mi piel reseca.

Entonces tú terminas y yo comienzo a amarte.

Cuando la luz se apaga y tu cuerpo se queda
tendido y olvidado entre blandas semillas.

Entonces tú terminas y yo comienzo a amarte.

19 abril 2006

Fragmento de "Las olas" (Virginia Woolf).


El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido o cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías.

18 abril 2006

Desposorio de una virgen (Dylan Thomas).


Al despertar sola entre una multitud de amores
cuando la luz de la mañana sorprendía
en el abrir de sus ojos extensos como la noche su dorado ayer
de él dormido sobre su iris y el sol de éste día
alzaba hasta el cielo desde su regazo la milagrosa virginidad fue tan antigua como los panes y los peces aunque el momento de un milagro es un relampaguear sin fin y los astilleros de las huellas de Galilea esconden una flota de palomas.
Las vibraciones del sol ya no codiciarán más su almohada profunda como el mar dónde un tiempo desposase sola
su corazón todo ojos y oídos labios que cogían la avalancha del espíritu de oro que ensortijaba su hueso mercurial con su corriente y que al pie de sus ventanas izaba su bagaje de oro
pues duerme un hombre donde cayó el fuego

y ella experimenta por su brazo ese otro sol
el celoso fluir de la sangre sin rival.

15 abril 2006

Agua sexual (Pablo Neruda).


Rudando a goterones solos,
a gotas como dientes,
a espesos goterones de mermelada y sangre,
rodando a goterones
cae el agua,
como una espada en gotas,
como un desgarrador río de vidrio,
cae mordiendo,
golpeando el eje de la simetría, pegando en las costuras del alma,
rompiendo cosas abandonadas, empapando lo oscuro.

Solamente es un soplo, más húmedo que el llanto,
un líquido, un sudor, un aceite sin nombre,
un movimiento agudo,
haciéndose, espesándose,
cae el agua,
a goterones lentos,
hacia su mar, hacia su seco océano,
hacia su ola sin agua.

Veo el verano extenso, y un estertor saliendo de un granero,
bodegas, cigarras,
poblaciones, estímulos,
habitaciones, niñas
durmiendo con las manos en el corazón,
soñando con bandidos, con incendios,
veo barcos,
veo árboles de médula
erizados como gatos rabiosos,
veo sangre, puñales y medias de mujer,
y pelos de hombre,
veo camas, veo corredores donde grita una virgen,
veo frazadas y órganos y hoteles.

Veo los sueños sigilosos,
admito los postreros días,
y también los orígenes, y también los recuerdos,
como un párpado atrozmente levantado a la fuerza
estoy mirando.

Y entonces hay este sonido:
un ruido rojo de huesos,
un pegarse de carne,
y piernas amarillas como espigas juntándose.
Yo escucho entre el disparo de los besos,
escucho, sacudido entre respiraciones y sollozos.

Estoy mirando, oyendo,
con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma en la tierra,
y con las dos mitades del alma miro el mundo.

Y aunque cierre los ojos y me cubra el corazón enteramente,
veo caer agua sorda,
a goterones sordos.
Es como un huracán de gelatina,
como una catarata de espermas y medusas.
Veo correr un arco iris turbio.
Veo pasar sus aguas a través de los huesos.


14 abril 2006

Horóscopo, de "Los aguiluchos" (Leopoldo Marechal).


Es la noche -dijiste- pon tu espejo
debajo de la almohada al acostarte
y en él verás, si sueñas, el reflejo

de la mujer que nunca ha de olvidarte.
Llegó la noche al fin. Bajo la almohada,
recordándote, amada,
puse el cristal revelador. De suerte
que soñé con la muerte.


12 abril 2006

Fragmento de "Las desventuras del joven Werther" (Johan Wolfang von Goethe).


Muchas veces se ha dicho que la vida humana no es más que un sueño, y no puedo desechar de mí esta idea. Cuando considero los estrechos límites en que están encerradas las facultades intelectuales del hombre; cuando veo que la meta de nuestros esfuerzos estriba en satisfacer nuestras necesidades, que éstas sólo tienden a prolongar una existencia efímera y que toda la tranquilidad sobre ciertos puntos de nuestras investigaciones no es otra cosa que una resignación meditabunda, ya que nos entretenemos en bosquejar deslumbradoras perspectivas y figuras abigarradas en los muros que nos aprisionan... Todo esto, Guillermo, me hace enmudecer. Me reconcentro en mí mismo y hallo un mundo dentro de mí; pero un mundo más poblado de presentimientos y de deseos sin formular, que de realidades y de fuerzas vivas. Y entonces mis sentidos se nublan y sigo por el mundo con mi sonrisa de ensueño.

11 abril 2006

Fragmento de "Humo en el paisaje", de "Barrabás y otros cuentos" (Arturo Uslar Pietri).


Al principio fue como una neblina de humedad, como un vaho gris y amenazante que volaba en el aire manchando el cielo, cerrando el horizonte, esfumando los árboles. Después se acostumbraron a aquella gigantesca presencia del humo de la fábrica en el cielo del campo, como se acostumbraron al ambiente mecánico, al ruido de las máquinas, a las horas sin forma y al angustioso quejido de la sirena. Pasaron del olor del surco al del aceite, del movimiento de los bueyes al de las bielas, de las señales profundas de la naturaleza a los relojes y los manómetros. Tenían el aspecto de haber contraído una enfermedad monótona y tediosa, habían olvidado el idioma de los animales y el ritmo de las cosechas.

10 abril 2006

Ausencia de la rosa (Meira Delmar).


Detenida
en el río translúcido
del viento,
por otro nombre, amor,
la llamaría
el corazón.

Nada queda en el sitio
de su perfume. Nadie
puede creer, creería,
que aquí estuvo la rosa
en otro tiempo.

Sólo yo sé que si la mano
deslizo por el aire, todavía
me hieren sus espinas.

07 abril 2006

Fragmento de "Noches blancas" (Fedor Dostoievski).


Y no he vuelto a ver a Nástenka. ¿Entristecer con mi presencia su felicidad, ser un reproche, marchitar las flores que se puso en los cabellos para ir al altar? ¡Jamás, jamás! ¡Que su cielo sea sereno, que su sonrisa sea clara! Yo te bendigo por el instante de alegría que diste al transeúnte melancólico, extraño, solitario... ¡Dios mío! ¿Un instante de felicidad no es suficiente para toda una vida?

Fragmento de "Los bajos fondos" (Maksim Gorki).


Anoche estuve en el reino de las Sombras, donde rayos grises del sol atravesaban un cielo gris. Calladamente, el follaje gris ceniza de los árboles se balanceaba con el viento, sin que se escuchara el rumor de las ruedas, el sonido de los pasos o de las voces. No es la vida sino su sombra, no es el movimiento sino su espectro silencioso.

06 abril 2006

Fragmentos de "El Expulsado" (Samuel Beckett).


Hay que pensar en ciertas cosas, cosas que te habitan por dentro, o no, mejor sí, hay que pensar en ellas porque si no pensamos en ellas, corremos el riesgo de encontrarlas, una a una, en la memoria. Es decir, hay que pensar durante un momento, un buen rato, todos los días y varias veces al día, hasta que el fango las recubra, con una costra infranqueable.


Conocía mal la ciudad, lugar de mi nacimiento y de mis primeros pasos, en la vida, y después todos los demás que tanto han confundido mi rastro. ¡Si apenas salía! De vez en cuando me acercaba a la ventana, apartaba las cortinas y miraba fuera. Pero en seguida volvía al fondo de la habitación, donde estaba la cama. Me sentía incómodo, aplastado por todo aquel aire, y perdido en el umbral de perspectivas innombrables y confusas. Pero aún sabía actuar, en aquella época, cuando era absolutamente necesario. Pero primero levanté los ojos al cielo, de donde nos viene la célebre ayuda, donde los caminos no aparecen marcados, donde se vaga libremente, como en un desierto, donde nada detiene la vista, donde quiera que se mire, a no ser los límites mismos de la vista. Por eso levanto los ojos, cuando todo va mal, es incluso monótono pero soy incapaz de evitarlo, a ese cielo en reposo, incluso nublado, incluso plomizo, incluso velado por la lluvia, desde el desorden y la ceguera de la ciudad, del campo, de la tierra.


El alba asomaba débilmente. No sabía dónde estaba. Tomé la dirección levante, supongo, para asomarme cuanto antes a la luz. Hubiera querido un horizonte marino, o desértico. Cuando salgo, por la mañana, voy al encuentro del sol, y por la noche lo sigo, casi hasta la mansión de los muertos. No sé por qué he contado esta historia. Igual podía haber contado otra. Por mi vida, veréis cómo se parecen.

De "Alcoba del agua" (Josefa Parra).


Este texto lo ha dejado Rakel a la entrada de mi Jardín para que yo mismo lo plantara en el.

¿Qué dirías si hoy te invitara a mis sueños?
Tus labios de manzana
sobre la piel golosa de mis ingles
toda la noche -di, ¿qué pensarías?-,
tu saliva frutal levemente aromando
el hambriento contorno de mi vientre...
Qué cosecha tan dulce
(semillas y caricias y extravíos)
para un mundo sin sol.
Dime, ¿no acudirías
si también esta noche te convoco a mis sueños?

05 abril 2006

El Exceso, de "Geografía carnal" (Josefa Parra).


He de beberte a sorbos muy pequeños,
deletrear las frases, hacer alto
después de cada encuentro,
cerrar los libros de las confidencias,
amarte muy despacio, y distanciando
Los besos como islas
.

Fragmento de "Mortal y Rosa" (Francisco Umbral).


Sillas de paja infantil, graves mecedoras, caballos de crin celeste me preguntan por ti, se preguntan por ti. Con esta corporeidad mortal y rosa, donde el amor inventa su infinito.

04 abril 2006

Aún, de "El Libro del frío" (Antonio Gamoneda).


Recuerdo el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las
tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las
ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste
de la sosa cáustica.
Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y los
vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz.
Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.
No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo
una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo
dolor no me concierne.
Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.
Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.
Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu
pensamiento es sólo recuerdo de la ira.
Ves la rosas temibles.
Ah caminante, ah confusión de párpados.
Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.
Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropas
húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.
Ah la pureza de los cuchillos abandonados.
Amé todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.

03 abril 2006

Fragmento de "La ruptura" (Helge Krog).


Ella esperaba que todo lo que ha ocurrido nos ayudaría a salir de nosotros mismos y emprender una vida nueva. Pero no puede ser; es demasiado tarde. Hemos construido los muros a nuestro alrededor tan anchos y espesos que al final fueron más fuertes que nosotros.. Aunque tuviésemos corazón para derrumbarlos, no tendríamos fuerza para ello. Hemos querido algo inconcebible. Hemos querido parar la corriente de la vida y guardarla. Creíamos que lo habíamos conseguido, que ya teníamos apresada la corriente, pero no observamos que entonces ya no había corriente, tan sólo era remolino. Tú puedes tener una orilla junto a un río y fuerza en el río cuando pasa por delante de ti, poseer la vida cuando pasa por ti. Pero el río, la corriente, eso no puedes tenerlo; la vida no puedes poseerla; seguirá su curso, hacía el mar. Si pretendes pararla, tenerla, entonces se muere en ti y entonces mueres tú mismo, porque la vida no está en ti. Nadie se da cuenta del día hasta que se pone el sol.

01 abril 2006

El poder de la mirada.


Cuando analizamos el poder penetrante de la mirada del otro nos basamos en nuestra propia capacidad de deducción, de imaginación -desde la simple imaginación erótica descarada de ver al otro más ligero de ropa de lo que esta o prestándose a acciones con docilidad complaciente- hasta suponer rasgos de personalidad o estados que tendrían como prueba cada arruga, ceño o pose de la persona observada. Unos nos parecen personas amargadas, otras preocupadas, otras risueñas. ¿Cómo vemos al otro? ¿Son los demás idealizados, porque efectivamente, tenemos de ellos más ideas y prejuicios que experiencias, y nuestras suposiciones son teorías, ya que estamos basándonos en similitudes, recuerdos que damos por sentamos que son equivalentes? No es que nos equivoquemos como en los relatos con sorpresa en los que el que parece malvado en realidad tiene buen corazón o que el aparentemente es simpático es una especie de personaje manipulador. Es nuestra habilidad fisonómica la que nos permite leer en la cara, en los gestos y en los trozos de actos que registramos al mirar.
Sabemos bien cómo contemplamos nosotros a los demás, qué nos gusta, qué nos produce rechazo o admiración. ¿Porqué ir entonces tan a la defensiva, suponiendo que nosotros somos del grupo de los apestados? Tal vez damos mucha importancia a la belleza, al porte, a la apariencia de seguridad, todo aquello que un buen publicista sabe exhibir para vender un producto.
Pero esos errores de percepción que tan angustiosa sensación de lejanía e inadecuación producen, también podrían ser disminuidos y censurados si observamos algunos de sus comportamientos menos esplendidos -hasta las monedas del cesar tienen dos caras- o menos intimidatorios, porque también son capaces de inocente cotidianidad. Por lo tanto es la manera de seleccionar lo que produce tantos efectos extraños, el mirarse a uno mismo siendo mirado con desprecio por el otro, el mirar al otro cuando nos mira siendo mirado con aprobación, siendo admirado.
¿Qué pensaría una persona de nosotros si supiera que la hemos utilizado en una fantasía masturbatoria? ¿Aceptaría quizás nuestras disculpas aduciendo que se trataba de una inocente fantasía que no un juicio real sobre la persona de carne y hueso? ¿Y qué diría de nosotros esa persona que ha realizado una imprudente maniobra si escuchara nuestro pensamiento el deseo de provocarle alguna desgracia? ¿No se nos saldrían los colores si la persona que está cobrando un importante ingreso bancario delante de nosotros se volviera justo cuando estamos fantaseando con la idea de quitarle esa cantidad y salir corriendo y en vez de mirarnos con temor nos mirara ofendido y nos dijera qué está usted pensando?
Pensamientos hostiles, turbios, eróticos, pensamientos absurdos que se rechazan, pensamientos que harían las delicias de un escrupuloso, en cambio habitualmente lo consideramos una licencia sin importancia que no cuestiona la realidad de los hechos, que son los que deben marcar en definitiva el punto en el que comenzar a juzgar.