29 octubre 2014

Fragmento de "La ciudad de la niebla" (Pío Baroja).




Ahora, el autor, al tomar la pluma de su heroína y seguir escribiendo, quisiera poder resarcir a sus lectores de las descripciones pesadas y de las digresiones insignificantes, dándoles una impresión de claridad y de fuerza, de serenidad y de confianza en la vida, como cualquier escritor del Renacimiento. Quisiera pintar como una novedad la cita de los amantes que se hablan a la luz de la luna, en el parque poblado de blancas estatuas; la terquedad del padre anciano de las largas barbas; la intensa maldad del traidor, cuyo aliento ponzoñoso envenena las estrellas; la suspicacia del marido torturado por el horrible aguijón de los celos, y la cautela de la esposa adúltera que busca a su amante en el oscuro seno de la noche. Quisiera también cantar con palabras brillantes y entonadas el furor de los ejércitos, la entrevista de los guerreros, el conciliábulo de los asesinos siniestros y el espectáculo del campo de batalla, con los ríos teñidos de sangre y las montañas de muertos exhalando la peste. Luego de vestir las figuras a la moderna y de moverlas bajo el sol de nuestros días o bajo los rayos de la luz eléctrica, el autor, con una mutación un tanto teatral, pintaría la paz solemne del campo, el pastor que conduce su ganado mientras en el azul del crepúsculo tiembla una estrella de plata, y la mañana luminosa, cuando la alondra levanta su vuelo y hace oír en la serenidad del aire las notas agrias y desacordes de su canto. En este ambiente de luz pondría el dulce idilio del joven que marcha por la vida como un corcel desbocado y de la pálida virgen que con sus manos blancas y suaves como el plumaje de la paloma trata de detener su corazón, pájaro prisionero próximo a escapar de su pecho.

2 se abrieron.

Butterfly dijo...

Se te extraña, volveras?

Kaornega dijo...

VUELVEEEEEEEEEEEEEEEEEEE