El
hombre que ha sido desterrado del refugio seguro de la infancia, quiere
entrar en el mundo, pero, al mismo tiempo, le teme, y por eso crea con
sus versos uno artificial, supletorio. Deja que sus poemas giren en
torno a él, como las plantas lo hacen alrededor del sol; se convierte en
el centro de un pequeño universo, en el que nada le es extraño, en el
que se siente en su casa, como el niño dentro de la madre, pues todo
está hecho de la misma materia que su alma. Allí es donde puede realizar
todo eso que afuera es tan dificil; allí puede, como el estudiante
Olker, ir con las masas proletarias a la revolución, y como el virginal
Rimbaud, azotar a sus pequeñas amantes, pero esas masas y esas amantes
no están hechas de la materia hostil de un mundo extraño, sino de la
materia de sus propios sueños; son, por lo tanto, lo mismo que él y no
interfieren la unidad del universo que ha construido para sí mismo.
22 septiembre 2014
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Ábrete.
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