Desde hace algún tiempo, pienso mucho en el ombligo...
Como si lo hubiera montado un director de
teatro invisible, pasaron por delante de ellos dos
jovencitas exhibiendo el ombligo con elegancia.
Ramón se limitó a decir:
—En efecto.
Y Alain siguió en lo suyo:
—Hoy en día se ha puesto de moda pasear
así con el ombligo al aire. Dura como mínimo
hace diez años.
—Pasará como todas las modas.
—¡Pero no olvides que la moda del ombligo
inauguró el nuevo milenio! Como si, en esa fecha
simbólica, alguien hubiera levantado una cortina
que, durante siglos, nos hubiera impedido ver lo
esencial: ¡que la individualidad es una ilusión!
—Sí, sin duda, pero ¿qué relación ves con el
ombligo?
—En el cuerpo erótico de la mujer, algunos
lugares son excelsos: siempre creí que eran tres:
los muslos, las nalgas, los pechos.
Ramón reflexionó y dijo:
—Por qué no...
—Y luego un día comprendí
que hay
que añadirles un cuarto lugar: el ombligo.
Ábrete.
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