02 septiembre 2014

Fragmento de "La fiesta de la insignificancia" (Milan Kundera).



Desde hace algún tiempo, pienso mucho en el ombligo... 
Como si lo hubiera montado un director de teatro invisible, pasaron por delante de ellos dos jovencitas exhibiendo el ombligo con elegancia. Ramón se limitó a decir: 
—En efecto. 
Y Alain siguió en lo suyo: 
—Hoy en día se ha puesto de moda pasear así con el ombligo al aire. Dura como mínimo hace diez años. —Pasará como todas las modas. 
—¡Pero no olvides que la moda del ombligo inauguró el nuevo milenio! Como si, en esa fecha simbólica, alguien hubiera levantado una cortina que, durante siglos, nos hubiera impedido ver lo esencial: ¡que la individualidad es una ilusión! 
—Sí, sin duda, pero ¿qué relación ves con el ombligo? 
—En el cuerpo erótico de la mujer, algunos lugares son excelsos: siempre creí que eran tres: los muslos, las nalgas, los pechos. 
Ramón reflexionó y dijo: 
—Por qué no...
 —Y luego un día comprendí que hay que añadirles un cuarto lugar: el ombligo.