Ya
se imagina vuestra merced que, como hacen todas las jóvenes, yo
procuraba adivinar en qué consistía el amor y sus placeres; pero no
habiendo estado nunca en el convento, no teniendo una buena amiga, y
vigilada siempre por mi cuidadosa madre, no tenía sino ideas vagas... Mi
cabeza sola fermentaba; no deseaba yo gozar sino saber, y el deseo de
instruirme me sugirió los medios.
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Ábrete.
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