John Banville, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014.
Me
 asombra lo poco que ha cambiado en los más de cincuenta años 
transcurridos desde la última vez que estuve aquí. Me asombra, y me 
decepciona, e incluso diría que me aterra, por razones que se me hacen 
oscuras, pues ¿por qué iba a desear algún cambio, yo, que he vuelto para
 vivir entre los escombros del pasado? 
(...) 
Se supone que la vida, la auténtica vida, es una lucha, una acción y una
 afirmación inagotables, la voluntad embistiendo con su cabeza roma 
contra la pared del mundo, cosas por el estilo, pero cuando vuelvo la 
vista atrás me doy cuenta de que la mayor parte de mis energías se 
dedicaron siempre a la simple búsqueda de cobijo, de comodidad, de sí, 
lo admito, un rincón acogedor. Comprenderlo se me hace sorprendente, por
 no decir escandaloso. Antes me veía como una especie de bucanero que se
 enfrentaba a todo el que se me ponía a tiro con un alfanje entre los 
dientes, pero ahora me veo obligado a reconocer que me engañaba. 
Esconderme, protegerme, guarecerme, eso es lo único que realmente he 
querido siempre, amadrigarme en un lugar de calor uterino y quedarme 
allí encogido, oculto de la indiferente mirada del sol y de la severa 
erosión del aire. Por eso el pasado supone para mí un refugio, allí voy 
de buena gana, me froto las manos y me sacudo el frío presente y el frío
 futuro.

Ábrete.
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