Creo
que, desde hace siglos, toda conversación entre el hombre y la mujer.
empieza por un "no me interrumpas" de parte del hombre. Hasta ahora el
monólogo parece haber sido la manera predilecta de expresión adoptada
por él. Durante siglos, habiéndose dado cuenta cabal de que la razón del
más fuerte es siempre la mejor (por más que no debiera serlo), la mujer
se ha resignado a repetir, por lo común, migajas del monólogo masculino
disimulando a veces entre ellas algo de su cosecha. Pero a pesar de sus
cualidades de perro fiel que busca refugio a los pies del amo que la
castiga, ha acabado por encontrar cansadora e inútil la faena. Luchando
contra esas cualidades que el hombre ha interpretado a menudo como
signos de una naturaleza inferior a la suya, o que ha respetado porque
ayudaban a hacer de la mujer una estatua que se coloca en un nicho para
que se quede ahí "sage comme une image"; luchando, digo, contra esa
inclinación que la lleva a ofrecerse en holocausto, se ha atrevido a
decirse con firmeza desconocida hasta ahora: "El monólogo del hombre no
me alivia ni de mis sufrimientos, ni de mis pensamientos. ¿Por qué he de
resignarme a repetirlo? Tengo otra cosa que expresar. Otros
sentimientos, otros dolores han destrozado mi vida, otras alegrías la
han iluminado desde hace siglos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Alguien se ha abierto.
pues sí, quizás nos hayamos cansado de repetir lo que muchas 'mentes inteligentes' y masculinas dicen...
aunque bien es cierto que: de todo hay en la viña del Señor
siempre es un placer pasear por su jardín, Señor Jardinero
un saludo, Zârck
Publicar un comentario