Todavía estaba intentando atravesar la cubierta y llegar a la orilla. Daba zancadas enormes, trepando, casi volando entre figuras confusas. Estaba exánime y muy cansada, pero tenía que seguir adelante. Y el sueño siguió hasta alcanzar un clímax de insensatez, fatiga y agotamiento, la cubierta cabeceaba todavía arriba y abajo. Fue curioso cómo, a partir de entonces, seguí soñando con el mar.
23 junio 2011
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Ábrete.
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