08 marzo 2010

Fragmento de "La vida sexual de Catherine M." (Catherine Millet).

Felicidades Virginia.


Toda mi cara chapoteaba en su vulva espesa. Nunca en mi vida había sorbido un dobladillo tan inflamado que, en efecto, me llenaba la boca tanto como un albaricoque gordo, como dicen los meridionales. Yo me adosaba a sus labios mayores como una sanguijuela y luego soltaba la fruta para estirar la lengua hasta rasgarme el frenillo y penetrar hasta lo más hondo posible en la dulzura de su umbral, una dulzura comparada con la cual la punta de sus pechos o la redondez de sus hombros eran insípidas. No era de las que se encabritan, exhalaba y pequeños gemidos, tan suaves como el resto de su persona. Resonaban sinceros y me producían una exaltación tremenda. ¡Con qué ansiedad mamaba entonces la frambuesa prominente, cómo me abandonaba a la escucha de aquel rapto! Cuando nos vestíamos, con esa alegría y agitación del vestuario de un club de deportes. Paul, que decía las cosas con más franqueza que todos los demás, se dirigió a Léone: ¿Y? Había sido bueno, ¿no? ¿No había valido la pena soltarse? Ella respondió, bajando los ojos y enfatizando la primera sílaba, que una persona le había hecho efecto. "¡Dios mío, que haya sido yo!", pensé.

3 se abrieron.

Virginia dijo...

Es el segundo regalo que me haces hoy, y me encanta.

Muchas gracias cariño.

@Intimä dijo...

Muy sensual, me gusta.
Un besito :-)

Talaiot dijo...

Sólo una mujer podría superarme en mi devoción y entusiasmo.