06 abril 2009

"El fornicio" (Gonzalo Rojas).

Qué mejor remedio para aliviar tanto recogimiento que tomar la carne por donde hay que tomarla.


Te besara en la punta de las pestañas y en los pezones,
te turbulentamente besara,
mi vergonzosa, en esos muslos
de individua blanca, tocara esos pies
para otro vuelo más aire que ese aire
felino de tu fragancia, te dijera española
mía, francesa mía, inglesa, ragazza,
nórdica boreal, espuma
de la diáspora del Génesis…

¿Qué más
te dijera por dentro?

¿griega, mi egipcia, romana
por el mármol?

¿fenicia, cartaginesa, o loca, locamente andaluza
en el arco de morir
con todos los pétalos abiertos,
tensa
la cítara de Dios, en la danza
del fornicio?

Te oyera aullar,
te fuera mordiendo hasta las últimas
amapolas, mi posesa, te todavía
enloqueciera allí, en el frescor
ciego, te nadara
en la inmensidad
insaciable de la lascivia,
riera
frenético el frenesí con tus dientes, me
arrebatara el opio de tu piel hasta lo ebúrneo
de otra pureza, oyera cantar las esferas
estallantes como Pitágoras,
te lamiera,
te olfateara como el león a su leona,
para el sol,
fálicamente mía,
¡te amara!

2 se abrieron.

Anónimo dijo...

Yo siempre he pensado que los pecados de la carne deberían ser obligatorios.

Besos desde el patio.

Shang Yue dijo...

amor al aire libre, sobre la hierba mojada de fina llovizna de abril
para que los gemidos, los goces, vuelen envueltos en el aire que acaricia los cuerpos.