02 abril 2008

Fragmento de "Las mil y una noches" (Anónimo).


Entonces Diadema franqueó la puerta moviendo las caderas y dirigiendo una sonrisa por debajo del velillo al jefe de los eunucos, que quedó asombrado ante la belleza que dejaba entrever la leve gasa. Y guiado por la vieja, atravesó un corredor, después una galería, inmediatamente otros corredores y otras galerías, y así hasta llegar a una sala que daba a un gran patio y que tenía seis puertas, cuyos amplios cortinajes estaban echados. Y la vieja dijo: "Cuenta esas puertas una tras otra, y entra por la séptima. ¡Y encontrarás, ¡oh joven mercader! lo que es superior a todas las riquezas de la tierra, la flor virgen; la carne juvenil, la dulzura que se llama Sett-Donia!"
Entonces el príncipe contó las puertas una tras otra, y entró por la séptima. Y al dejar caer de nuevo la cortina, se levantó el velillo que le tapaba la cara. La princesa, en aquel momento, estaba durmiendo sobre un magnífico diván. Y su único vestido era la transparencia de su piel de jazmín. De toda ella se desprendía como un impaciente llamamiento a las caricias desconocidas. Entonces el príncipe se desembarazó rápidamente de las ropas que le estorbaban, y brincó hacia el diván, cogiendo en brazos a la princesa dormida. Y el grito de espanto de la joven, despertada de improviso, quedó ahogado por unos labios que la devoraban. Así se verificó el primer encuentro del hermoso príncipe Diadema y la princesa Donia, en medio de los muslos que se entrelazaban y de las piernas trepidantes.
Y aquello duró del mismo modo durante todo un mes, sin que uno ni otro interrumpieran el estallido de los besos, ni el gorjeo de las risas, que bendecía el Ordenador de todas las cosas bellas.

Alguien se ha abierto.

Anónimo dijo...

Maravilloso despertar...

Besos jardinero
(soy gatina, a ver si como anónimo me deja comentar)