16 abril 2008

Fragmento de “El callejón de los milagros” (Naguib Mahfuz).



La miró intensamente a los ojos, con aire seductor, y le levantó las manos, que seguía apretando entre las suyas, hasta llevarlas a la boca. Comenzó a besarle las puntas de los dedos, una por una. Al contacto de sus labios, Hamida se sintió traspasada por una corriente de electricidad. Sus ojos, enamorados, brillaban. Dio un suspiro lleno de pasión. Él la rodeó con el brazo y la atrajo lentamente hacia su pecho, hasta sentir sus senos sobre su corazón. Senos virginales, tan erectos y firmes que casi se hundían en su tórax. Le acarició suavemente la espalda, mientras ella permanecía con el rostro hundido en su pecho.
- La boca - le susurró él.
La muchacha levantó la cabeza con los labios entreabiertos. Él apretó sus labios contra los de la chica y ella bajo los párpados como vencidos por el sueño. Él la levantó como a un niño y la llevó a la cama muy despacio. Sacudió sus pies para desprenderla de las zapatillas. La dejó suavemente sobre la cama y se inclinó sobre ella, con las palmas de las manos apoyadas en el colchón, mirando atentamente su cara arrebolada. Hamida abrió los ojos y al topar con los de él, éste sonrió tiernamente. Ella se quedó mirándolo, sin pestañear, con dulzura. Él, sin embargo, no había perdido el control de lo que hacía; su cerebro trabajaba siempre con mayor rapidez que sus emociones. No estaba dispuesto a desbaratar el plan que se había trazado de antemano. Se puso de pie y, tratando de no sonreír, le dijo, como si estuviera conteniendo su fuego:
- No hay prisa. A los oficiales norteamericanos no les importará pagar hasta cincuenta libras por una virgen.
Ella lo miró con asombro, sin la expresión lánguida de hacía unos instantes. Parecía estupefacta y resuelta a tomar cartas en el asunto. Se incorporó, saltó al suelo y se abalanzó encima de él como una víbora irritada. Su violento instinto se rebeló, alzó su mano y le abofeteó la cara furiosamente. El bofetón resonó en la habitación. Él permaneció inmóvil durante unos segundos y luego la parte izquierda de la boca se le ensanchó con una sonrisa de sarcasmo. Con la rapidez del rayo dio un bofetón atroz en la mejilla derecha de la muchacha. Después, con igual fuerza, la abofeteó en la mejilla izquierda. El rostro de la muchacha palideció, le temblaron los labios, le tembló todo el cuerpo, descontroladamente. Se abalanzó contra su pecho clavándole las uñas en el cuello. Él no hizo nada para defenderse. La abrazó con fuerza, hasta casi hacerle crujir los huesos. Los dedos de la muchacha se aflojaron, resbalaron cuello abajo, hacia los hombros de él. Se agarró a ellos con fuerza, levantando la cara con la boca abierta y temblando de pasión.

Alguien se ha abierto.

Anónimo dijo...

El callejon de los milagros???? este me lo apunto , quiero saber más.